Andoni Ruiz Etxeberria: Plaiaundin, pandemia garaian.

Ipar-ahatea - Anade friso

Plaiaundi. Txingudiko badia.

La llegada el pasado año de un nuevo coronavirus a nuestras tierras ha supuesto, entre otras peores cosas, una serie de restricciones a los seres humanos, de las cuales la fauna salvaje parece haber salido beneficiada. Pero nos tememos que no será por mucho tiempo.

Realizar una visita fotográfica al Parque Ecológico de Plaiaundi (Irun, Gipuzkoa), es una buena manera de aprovechar el tiempo, pues nunca sabes con lo que te puedes encontrar. Se trata de un entorno naturalizado, y un punto estratégico en las migraciones de aves, donde la vida salvaje transcurre a su ritmo. No es un zoológico ni un parque urbano, aunque se halle rodeado de una gran densidad de población humana. Para visitarlo puedes elegir la fecha del año, el momento oportuno de las mareas, o si hará sol o lluvia, pero siempre será imprevisible. Te pueden contar que ha llegado un extraño pájaro, una rareza como dicen los ornitólogos (y esto a veces puede ser realmente un buen incentivo para acudir), pero nunca tendrás la seguridad de que se encuentre esperando la llegada de los fotógrafos.

De todos modos, Plaiaundi es un sitio pequeño, recogido, un lugar donde a veces no hacen falta esos potentes teleobjetivos para obtener un retrato válido de un azulón, o de una gallineta, que saliendo de entre la vegetación, se te cruza en el camino. Algunas aves están habituadas al trasiego de personas, y van a lo suyo; pero saben que estás ahí, acechándolas como un paparazzi bordeando el muro de una piscina llena de famosos. Hay que ser discreto. Siempre hay que ser discreto en la naturaleza. Y paciente. Sin prisas.

Me gusta acudir a Plaiaundi los días de lluvia, o llovizna. Suele haber menos gente. Y aunque también hay menos luz, la tranquilidad que se respira es de agradecer. Reconozco que no resulta sencillo transportar un pesado equipo fotográfico, y añadirle a ello un incordiante y aparatoso paraguas (¿hay algo mas incompatible y engorroso que sostener un paraguas abierto en una mano y en la otra una cámara con un gran tele?), sobretodo si ya no eres tan joven. Ahora bien, si eres un poco exigente con las fotos, si quieres captar algo distinto del resto de fotógrafos, tienes que estar dispuesto a sacrificios. Cuando me coloco el grueso trípode con el 500 f4 al hombro, recorriendo el parque, tengo la extraña sensación de estar haciendo una penitencia.

La fotografía y observación de la naturaleza nos permiten aproximarnos a un mundo lleno de animales y otros seres extraordinarios que cumplen su función en el medio ambiente, en ese entramado complejo y maravilloso -llamado biosfera- que lleva evolucionando miles, millones de años. Aunque vivamos en ciudades de hormigón, asfalto y transportes contaminantes, nunca dejará de asombrarnos el pausado vuelo de una garza, el canto de un verderón, o el divertido cortejo de una pareja de somormujos.

Las aves, dignas descendientes de los dinosaurios, nos cautivan con su belleza emplumada. Penetrar, aunque sea un poquito, en su misteriosa intimidad, gracias a la fotografía, es todo un regalo para nuestros sentidos. Y deberíamos de agradecerles dicho regalo y su labor en la Tierra, con el mayor de nuestros respetos, a ellas y a su entorno. Todos viajamos en la misma nave. (Si, este comentario también sirve para las bandadas de gaviotas y estorninos que defecan sobre nuestros coches).