Un precioso amanecer, con el cielo totalmente rojo, me acompañaba ese día al encuentro con el martín pescador. No estaba seguro de que el ave acudiese aquella mañana, pero había que intentarlo. Instalé el hide lo mas rápido que pude, y me introduje en él tratando de acomodarme en su reducido espacio. El viento soplaba con fuerza en el exterior. Al cabo de una hora y media, mas o menos, se presenta el martín. Se posa en el palo principal durante unos segundos, y luego pasa a los otros dos posaderos que había colocado previamente, hacía unas semanas. Realiza alguna captura, algún pequeño crustáceo me pareció ver, y luego se aleja, como siempre, a toda velocidad. Regresa al cabo de una hora, pero ya no le pude pillar: poca luz, comenzaba a llover, solo se paró en un lejano palo, y se marchó enseguida. Lo de la lluvia parecía que iba en serio, y opté por salir del escondite.
